El pasado 25 de junio, la danza no solo se bailó, se sintió. En un escenario encendido por luces, emociones y cuerpos en movimiento, Danzophrenia bajó el telón de su temporada con The Last Dance, una explosión coreográfica que fue mucho más que un espectáculo: fue resistencia emocional, fue vida transformada en arte.

La compañía, dirigida por Jorge Núñez, celebró su primer ciclo oficial 2024-2025 como se celebran las revoluciones: con energía desbordante, talento feroz y un mensaje claro: el arte se defiende bailando.

Durante el show, cada pieza fue un universo en sí misma. Desde la sutileza del contemporáneo hasta el vértigo del urbano, el escenario se convirtió en un lienzo de carne y hueso donde los bailarines narraron historias sin palabras, conectando con el público a nivel visceral. Hubo lágrimas, hubo risas, hubo gritos de emoción. Y, sobre todo, hubo verdad.

The Last Dance fue más que un cierre: fue un manifiesto. Una declaración de principios de una academia que no solo forma bailarines, sino seres humanos íntegros, sensibles y poderosos. Danzophrenia no solo enseña técnica, enseña a sentir, resistir y trascender.

Además, con actividades como Closing Off y su apertura a nuevas generaciones, la academia confirma su papel como faro de formación, empuje creativo y comunidad viva. En un mundo que intenta silenciar lo sensible, Danzophrenia grita con el cuerpo y transforma con el arte.

Porque donde hay arte, hay vida. Y donde hay danza, hay esperanza.
